La miel, un paisaje que podemos ver al natural y al microscopio.
Cuando extraemos la miel de nuestras colmenas, lo primero que nos viene a la mente es ¿de qué será esta miel? ¿ qué flores habrán visitado nuestras abejas?
Al visitar las flores para recoger su néctar, las abejas hacen que una parte de su polen caiga en este, bien por recolección activa o porque al trabajar en la flor lo dejan caer. El polen de cada planta es distinto, como lo son sus flores, hojas, etc. Identificar qué plantas han dejado su polen en una miel nos da el paisaje vegetal en el que las abejas han estado trabajando. Para ello, se recurre a la melisopalinología, ciencia que trata de eso, de identificar los pólenes presentes en la miel utilizando un microscopio. De este modo, podemos identificar la zona geográfica de producción de esa miel e indicar si es una miel mono o multifloral.
Pues bien, os voy a contar la interpretación que hice de mi primera miel vista al microscopio.
Cuando vamos al colmenar, siempre debemos prestar atención 1 kilómetro antes de llegar a la vegetación que lo rodea, y qué plantas están en flor en ese momento, para darnos una idea de qué flores pueden estar visitando las abejas y cuáles pudieron visitar anteriormente.
En mi caso, era un colmenar de montaña de la zona de Castellón, en el que tenía distintas plantas de la familia de las labiadas en flor. Primero comenzó a florecer el romero, también un poquito de cantueso y finalmente el tomillo. En este lugar, al inicio de la primavera habían florecido los almendros, seguidos de frutales. También veía en esa zona muchas jaras y estepas, que visitan con frecuencia las abejas para obtener polen, pues no son melíferas. Además, siempre que iba en el coche en dirección a mis colmenas, veía un gran eucalipto, un poco alejado del colmenar y tenía curiosidad de saber si llegaban a él o no.
Una vez tuve la preparación de mi muestra de miel, por fin pude ver el polen que contenía al microscopio óptico.
En la miel encontré polen de romero, en un porcentaje bajo, pues este año hemos tenido en esta zona un comienzo de la primavera con muy pocas precipitaciones y pocas horas de luz, afectando de forma muy negativa a la floración del romero, tan esperada para los apicultores de Levante. El polen de tomillo apareció en un porcentaje mayor, dándole a la miel el típico olor fenólico. También apareció polen de brezos, tanto brezo de invierno como el brezo blanco, Erica arborea, que floreció en primavera.
Había polen de árboles frutales, pues es una zona en la que hay muchas masías, con sus correspondientes huertos familiares, que suelen estar acompañados de rabanizas y jaramagos (presentes también en la miel), pero no encontré polen de almendro, que esperaba que hubieran cogido. ¿Posiblemente se comieron esa primera miel las abejas para su crecimiento de primavera?
Apareció polen de lechetreznas y apiáceas, muy frecuentes en los bordes de cultivos y de las carreteras y, curiosamente, polen de algarrobo y de biércol o brecina (Calluna vulgaris), dos plantas que no esperaba encontrar en la zona, la primera por la altitud del colmenar y la segunda porque no es una planta habitual en esta zona. En menor cantidad había cantueso, alguna leguminosa y rapónchigo (Campanula sp.). Y mi duda quedó resuelta, ahí estaba el polen del eucalipto que yo veía en la ladera de la carretera.
Para acabar con las plantas melíferas, había también polen correspondiente a plantas del colmenar donde pasaron el anterior verano, en la zona del Maestrazgo de Teruel, como zarzas, hiedra y elementos de mielada.
En cuanto a plantas poliníferas, encontré polen de aladierno, encinas y coscojas, olivos, estepas y jaras y llantén, plantas típicas del matorral mediterráneo, que ayudan al aporten de polen a nuestras colmenas.
Como podéis ver, cada miel representa un paisaje, y, a veces, una historia del lugar en el que han estado las colmenas anteriormente. Y podemos interpretarlo con un sencillo análisis y caracterizarla dándole un origen botánico, dando a cada una el gran valor que merece.